Una de las técnicas más
habituales en un laboratorio de biomedicina es la inmunofluorescencia
indirecta, que se emplea tanto como herramienta de investigación como de
diagnóstico clínico.
Los anticuerpos forman parte
de nuestro sistema inmunitario y el organismo los genera para defendernos
contra los patógenos. Son de una gran especificidad y es esta propiedad la que
los hace tan útiles para emplearlos como herramientas de laboratorio.
Aquí hablaremos de esta
técnica como método de diagnóstico, como ejemplo pondré un supuesto de
parasitismo por Trichinella spiralis.
Cuando una persona entra en
contacto con un agente patógeno, el organismo empieza a defenderse de el con
una gran batería de elementos que configuran el sistema inmunitario. Intervienen
elementos celulares como los macrófagos y neutrófilos. Dentro de una compleja
respuesta inmunitaria en la que participan células presentadoras de antígenos y
linfocitos de diferentes tipos se llaga a obtener una respuesta contra el
patógeno muchos más específica y selectiva, que además proporciona memoria
inmunitaria, se producen los anticuerpos.
Si en el suero de la sangre de
un paciente observamos la presencia de anticuerpos contra un determinado
patógeno, podemos decir que dicho paciente ha estado en contacto con ese
patógeno, y puede que haya superado la infección o no.
Las técnicas de análisis en
las que se emplean los sueros de los pacientes se denominan pruebas serológicas.
El laboratorio de diagnóstico
mantiene en cultivo a los parásitos que le servirá de base para sus ensayos.
Una vez que llegan las muestras procedentes de los pacientes sospechosos de
tener triquinosis se obtiene el suero de la sangre. Si el paciente está
infectado y no está inmunodeprimido, en su suero aparecerán anticuerpos específicos
contra este parásito. Dentro de la variedad de anticuerpos que puede producir
el sistema inmunitario, los que nosotros intentaremos detectar son las
inmunoglubulinas G (IgG).
Figura 1 Esquema del proceso
Primero se cogen unos pocos
parásitos de los que se disponen en el laboratorio (1), se les añade el suero del paciente sospechoso (2). En el caso de que el paciente
presente anticuerpos específicos contra este parásito, éstos se le unirán, se
deja una incubación de una hora para dar tiempo a que se unan mediante la
reacción Antígeno-Anticuerpo (3).
Después se añade un anticuerpo comercial que es capaz de unirse a las IgG del
paciente (4). Esto es, este segundo
anticuerpo lo que reconoce y a lo que se pega es a las IgG humanos (5); además este anticuerpo comercial
lleva conjugado a él una partícula fluorescente que nos permitirá detectarlo
mediante la observación en el microscopio de fluorescencia y podremos observar
qué muestras son positivas y qué muestras son negativas (6). Esta técnica es la Inmunofluorescencia
indirecta.
El cultivo de los parásitos
y las pruebas diagnósticas se han realizado en el Servicio de Parasitología del
Centro Nacional de Microbiología. Por cortesía de las doctoras Esperanza
Rodríguez de las Parras y Sonsoles Jiménez Sánchez (Unidad de Diagnóstico y
Referencia de Parasitosis, Servicio de Parasitología, CNM, ISCIII).